La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuyos miembros son llamados mormones, se centra en el Evangelio de Jesucristo. Ellos trabajan para compartirlo y vivirlo, y por esa razón, no tienen ningún interés en la elección de los políticos. Como Iglesia mundial, no tiene ninguna motivación especial para preocuparse por los gobiernos de ningún país, excepto en cuanto se refiere a que se permita la libre práctica de la religión.

Ellos no permiten que los candidatos den discursos políticos en la Iglesia o que utilicen edificios de la Iglesia con fines partidistas.
Dicho esto, la Iglesia se reserva el derecho de hablar sobre temas morales, que, por supuesto, son el territorio natural de las Iglesias. Aunque no dirigen a ningún político, ni siquiera los que son mormones, sí expresan sus opiniones y en raras ocasiones se involucran activamente en los asuntos políticos que afectan la religión o la moral. Esta es una responsabilidad de todas las personas religiosas, y dado que las iglesias se ven afectadas por estas decisiones, tienen derecho a expresar sus opiniones sobre el tema y de alentar a sus miembros a tomar decisiones moralmente responsables en esas áreas. La postura oficial de los mormones en la mayoría de las cuestiones éticas no se alinea con ninguna de las partes, su postura es religiosa, no partidista.
Hay mormones en altas posiciones del gobierno que pertenecen a ambos partidos. A menudo toman posiciones políticas que están en oposición entre sí y con las posiciones oficiales de la Iglesia y no enfrentan censura por hacerlo.
Los funcionarios a tiempo completo de la Iglesia no pueden participar en actividades partidistas o apoyar a candidatos, aunque los líderes a tiempo parcial y voluntarios sí. Sin embargo, estos líderes exentos no pueden hacerlo como líderes eclesiásticos o dar la impresión de que lo están haciendo con la aprobación o dirección de la Iglesia. Asimismo, no pueden recaudar fondos o hacer campaña para los miembros bajo su liderazgo religioso
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